En la actualidad, la manera más común en que se transmite el
VIH es a través de actividad sexual desprotegida y al compartir agujas entre
usuarios de drogas inyectables. El virus también puede ser transmitido desde
una madre embarazada a su hijo (transmisión vertical). En el pasado también se
transmitió el sida a través de transfusiones de sangre y el uso de
productos derivados de ésta para el tratamiento de la hemofilia o por
el uso compartido de material médico sin esterilizar; sin embargo, hoy en día
esto ocurre muy raramente, salvo lo último en regiones pobres, debido a los
controles realizados sobre estos productos.
No todos los pacientes infectados con el virus VIH tienen
sida. El criterio para diagnosticar el sida puede variar de región en región,
pero el diagnóstico típicamente requiere:
1.
Un recuento absoluto de las células T CD4 menor
a 200 por milímetro cúbico, o
2.
La presencia de alguna de las infecciones
oportunistas típicas, causadas por agentes incapaces de producir enfermedad en
personas sanas.
La persona infectada por el VIH es denominada «seropositiva»
o «VIH positivo» (VIH+) y a los no infectados se les llama «seronegativos» o
«VIH negativo» (VIH–). La mayoría de las personas seropositivas no saben que lo
son.
La infección primaria por VIH es llamada «seroconversión» y
puede ser acompañada por una serie de síntomas inespecíficos, parecidos a los
de una gripe, por ejemplo, fiebre, dolores musculares y articulares, dolor
de garganta y ganglios linfáticos inflamados. En esta etapa el infectado es más
transmisor que en cualquier otra etapa de la enfermedad, ya que la cantidad de
virus en su organismo es la más alta que alcanzará. Esto se debe a que todavía
no se desarrolla por completo la respuesta inmunológica del huésped. No todos
los recién infectados con VIH padecen de estos síntomas y finalmente todos los
individuos se vuelven asintomáticos.
Durante la etapa asintomática, cada día se producen varios
miles de millones de virus VIH, lo cual se acompaña de una disminución de las
células T CD4+. El virus no sólo se encuentra en la sangre, sino en todo el
cuerpo, particularmente en los ganglios linfáticos, el cerebro y
las secreciones genitales.
El tiempo que demora el diagnóstico de sida desde la
infección inicial del virus VIH es variable. Algunos pacientes desarrollan
algún síntoma de inmunosupresión muy pocos meses después de haber
sido infectados, mientras que otros se mantienen asintomáticos hasta 20 años.
La razón por la que algunos pacientes no desarrollan la
enfermedad y por qué hay tanta variabilidad interpersonal en el avance de la
enfermedad, todavía es objeto de estudio. El tiempo promedio entre la infección
inicial y el desarrollo del sida varía entre ocho a diez años en ausencia de
tratamiento.
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